viernes, 18 de noviembre de 2016

El cisne que buscaba un amigo



La soledad para algunos animales es tan intolerable como para los humanos. Este relato, verídico, así lo ilustra.

"El lugar se llama Little Chelmsford Hall, situado cerca de Chelmsford, y los testigos son Lady Pennefather y su amiga Miss Guinnes, que reside con ella. Cerca de la casa hay un lago artificial de considerable longitud, alimentado por un arrollo que corre por el campo, entrando por un extremo y saliendo por el otro. Lago y arroyo se hallan poblados por truchas, y en el primero hay un par de cisnes. Tres o cuatro años atrás, éstos criaron a otro, un pequeñuelo huérfano, al cual, después de algunos meses, cuando ya estaba bien crecido, empezaron a perseguir. El pichón, sin embargo, no podía soportar la soledad, y, aunque lo expulsaban furiosamente cien veces al día, volvía otras tantas junto a ellos. Llegó un momento en que lo castigaron tan despiadadamente que abandonó todo intento amistoso y se retiró al otro extremo del lago para hacer de esa parte su hogar.
En esos días, la señorita Guinnes empezó a pintar a la acuarela una serie de bosquejos de aquella parte del lago, y su presencia fue una felicidad para el cisne. Al verla aparecer, invariablemente se dirigía hacia ella nadando con gran rapidez, dejaba el agua y la seguía hasta que ella tomaba asiento para hacer su bosquejo, con lo que el cisne se instalaba también a su lado y allí permanecía contento, hasta que ella terminaba. Esto continuó por cinco o seis semanas, hasta que Miss Guinnes concluyó de pintar sus acuarelas y se marchó para pasar una temporada en casa de otros amigos. De nuevo el pobre pájaro se quedó solo y triste, hasta que llegó un hombre encargado de trabajar en los arbustos cercanos al lago; cada mañana salía del agua para recibirlo, y pasaba todo el día en su compañía. A su debido tiempo el hombre dio fin al trabajo que le habían encomendado y no volvió a ese lugar. Una vez más el cisne fue muy desgraciado, y el ama de casa sentía gran lástima por él, pues en cuanto la veía aparecer cerca del lago daba muestras de un ansioso deseo por estar con ella, y de una profunda tristeza cuando ella se alejaba. Pero, de pronto, hubo un cambio en su conducta; ya no se le vio esperando ansiosamente a un visitante. Ahora parecía completamente satisfecho de estar solo, y se quedaba descansando en el mismo lugar del lago durante una hora entera, flotando serenamente o avanzando con tan lenta y suave propulsión de sus remos como para parecer casi estacionario. Era, por cierto, un cambio asombroso, pero bien venido, pues la infelicidad del cisne había empezado a entristecer a todos, y ahora parecía que la pobre criatura se hubiera reconciliado con su vida solitaria. Poco después se descubrió la razón de este cambio al ver que el cisne no se hallaba solo después de todo, sino que tenía a un amigo constantemente con él: ¡una gran trucha!
El pez ocupaba su lugar en el agua al lado del cisne, casi en la superficie y juntos descansaban y juntos se movían como si fueran un solo ser. Los primeros que lo vieron apenas sí podían dar crédito a sus ojos, pero pronto comprobaron que esta cosa extraordinaria había ocurrido realmente, que esos dos seres tan mal adaptados el uno al otro se habían convertido en verdaderos camaradas.
[] Podemos suponer que su conducta (la de la trucha) obedecía al provecho que sacaba de tal compañerismo; que al alimentarse el cisne junto a la orilla proveía accidentalmente de alimento a la trucha al provocar la caída de pequeños insectos al agua. [] Yo pienso también que es posible que el cisne haya tocado o dado golpecitos en el lomo de su extraño amigo con el pico, como suele hacerlo por vía de caricia un cisne con otro cisne, y que este contacto fuera del agrado de la trucha. Los peces experimentan tanto placer en ser golpeados suavemente como las criaturas que llevan piel o escamas. Yo he levantado muchas culebras y más de un sapo salvaje, y muy pronto he vencido su indomabilidad hasta el punto de que demostraran contento por estar en mis manos, con solo palmearles el lomo.
Queda por relatar el fin de esta historia. Un día llegó a la posesión un visitante de Londres, el cual, por ser un gran pescador de caña, se levantó muy temprano a la mañana siguiente y se dirigió al lago para tratar de obtener una trucha para el desayuno. Regresó a eso de las ocho, y al encontrar ya levantada a su huéspeda, le exhibió orgullosamente la trucha que había capturado. Él no pensaba conseguir una tan grande, y nunca se olvidaría de haber pescado ésa, en particular, por otra razón. Algo extraordinario había ocurrido cuando la levantaba. Uno de los cisnes estaba en el agua y siguió a la trucha cuando ésta mordió el anzuelo, y la siguió también a tierra cuando él la recogió, dirigiéndose contra él y atacándolo con la mayor furia. ¡Gran trabajo le costó defenderse y alejarlo de allí!
- ¡Oh, qué lástima!-. ¡Usted ha matado al amigo del pobre cisne!
Desde ese momento el cisne fue más desdichado que nunca; el verlo era positivamente doloroso para mis compasivos amigos, los cuales, al saber poco después que unos conocidos de otra parte del país deseaban tener un cisne, se lo enviaron de buen grado. "

W.H. Hudson, "Aventuras entre pájaros". 1944

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